Su Historia:
En lo profundo del Banco, Magdalena, vivía una guacamaya muy especial llamada Cumbiara. Desde temprana edad, Cumbiara mostró una pasión única por la música, pero no cualquier música, sino la contagiosa y alegre cumbia colombiana.
Cumbiara no se conformaba con solo ser una guacamaya común y corriente; ella era una verdadera amante de la cumbia. Su plumaje vibrante reflejaba los colores vivos de los trajes tradicionales de los bailarines de cumbia, y su vuelo grácil imitaba los movimientos llenos de energía de los músicos que tocaban sus instrumentos con alegría.
Su día comenzaba con el sonido de los tambores y las maracas resonando en la selva. Cumbiara se posaba en la rama más alta para tener la mejor vista del espectáculo natural que se desarrollaba a su alrededor. No había ocasión que no celebrara con su danza única, ondeando sus alas al ritmo de la cumbia, contagiando a todos los habitantes de la selva con su espíritu festivo.
La fama de Cumbiara se extendió por todo el Banco, Magdalena, y animales de todas partes venían a disfrutar de sus increíbles habilidades de baile. Incluso los humanos de los pueblos cercanos llegaban a escuchar la cumbia única de Cumbiara, convirtiéndola en una leyenda local.
Pero la verdadera magia ocurría cuando Cumbiara se unía a las celebraciones humanas. En festivales y fiestas, su presencia era la garantía de una noche llena de alegría y ritmo. Los lugareños esperaban con ansias la llegada de Cumbiara, la guacamaya cumbiera, que convertía cada evento en una experiencia inolvidable.
Y así, Cumbiara continuó alegrando
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